¿Crees que una relación tiene fecha de caducidad?

Nadie sabe cuánto puede durar una relación, a veces son cortas e intensas, otras largas y vacías. Lo cierto es que las personas llegan a nuestra vida sin avisar, a veces quieren quedarse, pero también pueden decidir un día marcharse, igual que nosotros podemos hacer lo mismo con ellas.

En verano, en periodo de vacaciones, es una de las fechas donde más separaciones y divorcios se producen, ¿por qué será?

Es evidente que se pasa más tiempo juntos y se manifiesta de forma mas clara lo que nos separa, los que no fluye, lo que no nos gusta, lo que nos saca de nuestras casillas, en definitiva, las incompatibilidades que hacen difícil seguir juntos.

La famosa frase “hasta que la muerte nos separe” aquí pesa, y mucho, esta frase ha hecho muchísimo daño, seguir con relaciones destructivas por una promesa como esta es vivir en un infierno.

Hay otras frases de peso como “te juro amor para toda la vida”, que atan, encarcelan y matan por dentro.

No hace falta que se muera la persona con la que ya no queremos seguir estando para liberarnos de esa atadura.

Madurar es aceptar que las cosas cambian, los sentimientos y las personas también, es honesto y saludable partir cuando ya no queramos estar más tiempo en ese lugar y con esa persona.

Cuando se termina una relación lo que queda y perdurará por siempre es el recuerdo de lo vivido, sea bueno o malo, y lo que hayamos aprendido en la relación uno del otro.

Tenemos que soltar lo que se va, o lo que ya no está, aceptar y seguir viviendo con la parte que nos ha dejado y que nos ayudó en su medida a ser hoy quienes somos.

¿Qué significa despedirse de alguien?

Despedirse de alguien, incluso de aquellos que nos hacen daño o hemos perdido la ilusión de seguir a su lado, también puede dolernos, significa abrazar por última vez todas las ilusiones y expectativas, anhelos, deseos, costumbres, hábitos que tuvimos con esa persona.

Es aceptar que la vida cambia, y que sin esa persona hay cosas que sin duda ya no serán igual, algunas incluso las echaremos de menos.

Es renacer. La acción de despedirnos realmente nos permite crecer como personas, nos hace ver que debajo de nuestra vulnerabilidad siempre esta nuestra verdadera fuerza.

Nadie es inmune al dolor de una pérdida, el duelo es algo que todos vamos a sufrir alguna vez, la pérdida de una relación amorosa, el abandono de nuestra mejor amiga, un hijo que se va de casa, la muerte de un familiar, el duelo nos permite rompernos, hacer las paces con el pasado y seguir hacia una nueva vida.

¿Existe alguna fórmula mágica que nos haga inmunes al dolor que provoca la separación, y el vacío que deja la persona que se ha ido?

¡Rotundamente no!

 

Cada cual tenemos que lamernos nuestras heridas y encontrar nuestra propia forma de pasar el duelo, nadie va a llorar por nosotros, nadie va a sentir nuestro dolor, rabia o miedo, porque las emociones juegan un papel importantísimo en las pérdidas y en ella va nuestra recuperación.

Superar una pérdida requiere tiempo, compasión, comprensión y paciencia, aunque siempre podemos elegir el camino del amor y la paz para transitarlo.

Mi práctica para soltar

En mis pérdidas y contrariedades de la vida, cuando mi agitación emocional se activa y la mente me da vueltas, robándome por momentos mi paz, me ayuda mucho respirar, sentarme en mi cojín de mediación, encender una vela, un incienso, y observar mi mente inquieta saltarina, abrazar a mi dolor y a mi tristeza, o llorar si lo necesito dándole espacio solo como energía circulando, no para culpar a nadie, y repito varias veces:

Yo soy la única responsable de mi vida y de lo que siento, quiero ver esto de otra manera, solo mis pensamientos pueden hacerme sufrir, yo soy luz, yo soy amor, yo soy paz. Gracias, gracias, gracias”

 

Y lo repito muchas veces, como un mantra. Esta intención de focalizarme en algo superior hace que todo se transforme y salga más pronto de la rotonda de la mente repetitiva de queja, culpa o resentimiento.

Al repetirlo algo hace “Crac” dentro de mí que cambia toda la intensidad, el dolor se convierte en aceptación y la aceptación en amor…

Mi deseo es soltar la idea de que las cosas tienen que ser como yo quiero, desapegarme de la idea de víctima y perdedora y recordarme que todo ocurre para mi mayor bien, aunque no lo sepa ver en ese momento.

La intención de querer ver las cosas de otra manera, y dejar de sufrir es muy poderosa, me da mucho sosiego, y el dolor se convierte en energía sanadora.

La paz es una elección, el amor y el odio son incompatibles, cuando logramos la paz quiere decir que el amor ha triunfado, las heridas se sanaron y las lágrimas limpiaron nuestro dolor.

Abrazar a nuestra vulnerabilidad hará más fácil el camino del duelo, sea cual sea la pérdida ayuda mucho verlo como aprendizaje de vida, y una gran oportunidad para encontrarnos con nosotros mismos, darle la bienvenida a nuestra amiga la soledad para empezar de nuevo, abiertos a lo que la vida nos traiga.

Sentir el dolor es sanarse por dentro

Para curar las heridas tenemos antes que aceptarlas y reconocerlas, ¿cómo afrontar algo que no reconoces que existe?

Acoge a tu tristeza, llora la pérdida y acepta tu vulnerabilidad. Ser vulnerables nos hace fuertes y flexibles para poder adaptarnos a la nueva situación Y seguir la vida.

Tenemos que recordar que ninguna relación ha sido una perdida de tiempo, siempre nos dio aquello que más necesitábamos.

¡Y que la vida sigue y además, es maravillosa!!

 

Extracto del libro de Madhu Román: “Amores que Unen, Amores que Atan