Las relaciones muestran cómo cada persona se sitúa en su propia vida, según piensa, siente, actúa y mira las cosas… Revelan cómo dialoga con su mundo interior y exterior, cómo da y cómo recibe, cómo escucha, cómo acaricia la vida y la comprende… En un grado mayor, en las relaciones de pareja se abre la experiencia más íntima de cada uno donde el otro es nuestro espejo.

Hay encuentros que nutren y regalan unión y plenitud, pero también desencuentros que desgastan el cuerpo y rompen el corazón, impregnando todo de conflicto y dolor.

Los encuentros nutritivos son fruto de las Relaciones Conscientes, que se basan en el deseo profundo de dar al otro lo mejor de uno mismo, asumiendo cada uno la responsabilidad individual necesaria para crear un proyecto común y vivir comprometidos para crecer y disfrutar juntos del camino de la vida.

Los encuentros que desgastan y matan poco a poco la ilusión de crear juntos una hermosa relación son consecuencia de Relaciones Inconscientes que se viven desde un “yo” enmascarado al que uno mismo muchas veces ni conoce de sí mismo ni sabe bien como salir de ese laberinto que ocasiona la ceguera de la inconsciencia.

Cuando se vive inconscientemente, los patrones de conductas y hábitos destructivos es lo habitual. El ego se defiende y reacciona ante cualquier propuesta del otro que muchas veces se viven como amenaza, el automatismo de justificar todo aquello de lo que uno no se hace responsable , lleva a la persona a vivir de espaldas a la vida, con los ojos cerrados para no asumir el propio dolor, y el miedo al sentir la posibilidad del abandono, este miedo es justo lo que va creando separación y sufrimiento y justamente lo que hace que la relación se termine.

Vivir inconscientemente es quedarse aislado por un muro de miedos que separa, sobre todo de uno mismo, por una espesa bruma que desfigura lo que se ve y cómo se ve. La persona vive de forma automática, perdida en un viaje que parece que no dirige ella misma ni le aporta nada. Dejarse llevar por la inercia y la costumbre es lo más habitual para la mayoría de la gente, provocando muchas veces aburrimiento, apatía, resentimiento, frustración y culpa…

Hay parejas que viven en la monotonía y en la rutina, sin alegría, sin pasión ni creatividad… sin color. Viven una vida en blanco y negro. Se quieren y se acompañan. Están “bien”. Para mucha gente, vivir apagados es “estar bien”. Y así pueden estar toda la vida. No se plantean que haya otras formas de relacionarse más nutritivas y con más chispa, lo cual es perfectamente aceptable siempre que los dos estén de acuerdo. Ahora bien, la relación puede cambiar cuando uno o los dos sienten que falta algo y empiezan a plantearse otras opciones de vida… Ya no se conforman con lo que tienen, aparece la insatisfacción y llegan las crisis.

 

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Mientras no sabes lo que quieres vas cambiando de tren en tren, yendo hacia ninguna parte. Es necesario primero aprender a conocerte, saber lo que quieres y cómo darte lo que necesitas, antes de pedirlo a la pareja y al mundo. No hay otra manera: si no sabes amarte y cuidar de ti mismo, tampoco podrás cuidar a otros ni sabrás recibir su amor. Nadie puede dar lo que no tiene. El que no está en paz consigo mismo, no puede estar en paz con otro. De igual forma, el que no se ama no podrá amar ni sentirse amado. El amor es compartir lo que ya uno tiene y saber recibir y agradecer lo que el otro le brinda.

Si algo de todo esto resuena en ti, es un buen momento para empezar a despertar:

¡Deja de sufrir por amor!

– ¡Abre tu mente!

– Y pide ayuda!!!.

Un abrazo desde el alma.

Madhu Román

Terapeuta sexual y de pareja. Renacedora. Coach