¿Quién te educó sexualmente? Cuando hago esta pregunta suelen contestar muy a menudo, nadie, ese nadie siempre es alguien, a veces lo que se aprende es aquello que no se dice.
Todo lo aprendemos en casa, desde niños vamos absorbiendo como esponjas todo lo que hay alrededor, especialmente lo que viene de la madre y a partir de los tres, cuatro años del padre.
Lo que se dice y lo que no se dice respecto al sexo es lo mismo, en muchas familias lo normal es evitar hablar de ello, no existe, cuando el niño empieza a preguntar se les ignora, se les miente o se les riñe…
A los adolescentes con suerte se les habla algo de sexo, pero solo de anatomía, de los inconvenientes, del embarazo, de lo que puede pasar malo, de lo prohibido…
Pero nadie les educa para el placer, el auto amor, la importancia de las caricias, nadie les dice que se exploren sin culpa, que descubran su cuerpo, sus sensaciones, no les dicen que el sexo es hermoso, ni les enseñan a respetar y ver su cuerpo como algo bello y sagrado, como el vehículo del alma.
Nadie los prepara para su primera experiencia sexual y el gozo.
“Nadie les dice que se respeten ellos primero,
que acaricien sus cuerpos y los descubran,
que sepan lo que necesitan,
lo que les gusta y lo que no,
nadie los prepara para hacer el amor,
sí en cambio para temerle”
Sin saberlo estos padres están empujando a sus hijos a descubrir un sexo sin protección, sin sentido, a escondidas, con miedos.
Si actuamos así, sin darnos cuenta los llevamos hacia donde muchos de nosotros partimos. El ir descubriendo el cuerpo, la sexualidad, el deseo, desde el miedo, nos llevará a encontrarnos con la insatisfacción, el desconcierto y el dolor.
Tenemos que darnos cuenta que para muchos es aun es una asignatura pendiente. En nuestra sociedad todavía queda mucho por andar, estamos en una etapa de pérdida de valores, antes por defecto y ahora por exceso, seguimos lejos de relaciones plenas y satisfactorias, relaciones de respeto y compromiso, de entrega y fusión.
El camino no es hablar más o menos del sexo, es darle el valor que tiene ni más ni menos. Antes el sexo era para procrear, decir que el sexo daba placer o desearlo por placer era poco decoroso, para la mujer impensable, no solo decirlo, ni siquiera pensarlo, era inaceptable para nosotras mismas.
Hemos crecido con desconocimiento del cuerpo, la mente y el espíritu. Por todo esto el sexo nos ha generado culpa y represiones.
Aparentemente lo hemos evitado, no hablamos de él con naturalidad, es algo que sabemos que existe pero que no se le da el valor que tiene, entonces empezamos a vivirlo con contradicción, cuando las hormonas se alteran y el cuerpo desea, le cortamos las alas por un lado pero nace un gran deseo de experimentar por el otro. Se convierte en algo que hay que ocultar.
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